Viejos felices
P. HUGO TAGLE MORENO@HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
El documental “El agente topo” nos regala un soplo de aire fresco en este tiempo tan tensionado. Partiendo de una ficción, en que el octogenario y entrañable Sergio hace las veces de espía en un hogar de ancianos, la trama nos da una cándida pero a su vez crítica mirada a la vida y ajetreo de esas residencias y sus inquilinos.
La película nos sumerge en el día a día de una casa de reposo, siguiendo los pasos de este simpático y sagaz aprendiz de detective. Pero, más que mirar a los ancianos que viven en el hogar “San Francisco”, el relato nos interpela como espectadores, cuestionando nuestro trato a los viejos, tercera edad, abuelos o mayores, a quienes no hemos sabido integrar del todo en la trama social. Muy revelador de esa lejanía resultan las imágenes en que, una las residentes, tras la reja de entrada, saluda y pide favores a unas transeúntes de ese mundo exterior del que ella está ajena y distante.
Pero no todo es crítica en el filme. Abunda la risa simple y sencilla, la conversación fácil y el comadreo; la fiesta, chiste y baile nostálgico. En su sencillez, la película nos demuestra que siempre hay excusas para la celebración, el canto y el rezo. Sin grandes medios, pero con imaginación y voluntad, el hogar saca partido a cada día, combatiendo el fantasma gris y monótono de una edad que puede resultar eterna si no se le inyecta color, vitalidad y humor.
Una de las lecciones de la historia nos la da Sergio hacia el final. El abandono de los ancianos es la mayor de las tragedias. Más allá de las pensiones, es de toda justicia preguntarse por la compañía, cuidado y afecto que se les regala a los ancianos. No se trata de limosna. Es justicia y verdadera caridad. Soy testigo de la tristeza y abandono de muchos ancianos que quizá cuentan con todas las comodidades en un hogar, pero reciben pocas o ninguna visita.
La ocupación al término de la vida regala vitalidad e inyecta adrenalina a la existencia. Es lo que demuestra Sergio, que revivió con ese “encargo” que encontró en un periódico. Es bueno alentar a los adultos mayores a mantenerse activos, valorar lo que hacen; sugerirles actividades o trabajos a su escala y tiempos.
Pero lo más importante es el afecto del entorno. Si no tiene parientes mayores – cosa que dudo. Todos tenemos uno – lo animo, buen lector, a que “adopte” algún anciano que sepa que está solo, en algún hogar o incluso en el mismo barrio. Una llamada telefónica, un mensaje, una visita cada cierto tiempo, será una inyección de vida que le hará tanto bien a él como a uno mismo.